sábado, 25 de julio de 2015

CONTRAVIENTO EN LA QH 2.015



QH 2.015
Ilusión, competición, compadreo, pavor, sufrimiento, ansiedad, satisfacción.

  Siete nombres que resumen lo que ha sido, fue y siempre será la ya superfamosa QUEBRANTAHUESOS.


ILUSIÓN: La que todos hemos sentido al ser unos de los más de catorce mil preinscritos para entrar en esas diez mil plazas que tendrán acceso a los diferentes cajones de salida, el 20 de junio, en Sabiñánigo.
Ilusión con la que, desde que supimos que estábamos entre esos elegidos, nos lanzamos a las carreteras para llegar a la cita en la mejor forma posible.
Ilusión con la que el 18 de junio, desde los diferentes domicilios, nos dirigimos hacia la residencial Búbal, en el Pirineo Aragonés. Una urbanización de pequeñas casitas en un entorno maravilloso, junto al embalse del mismo nombre, al pie de la Hoz de Jaca.
Ilusión con la que el viernes 20, los once integrantes de la PC Contraviento (Alberto, Javi Monedero, Luisja,
Jose, Paula, Gitano, Javi de la Fuente, Roberto, Rober, Tito y Leopoldo) salimos a tomar contacto con esos gigantes (y no eran los famosos molinos de nuestro manchego Don Quijote). Una subida al balneario de Panticosa. 11 km al 5%, con rampas del 10 al 13% en los últimos kilómetros. A ritmo tranquilo, todos juntos llegamos al balneario. Alguien dijo: “Esto se parece a la Marie Blanque”. ¡¡¡QUÉ ILUSIÓN!!!



COMPETICIÓN: La que verdaderamente llevaron a cabo los tres fórmula uno de la peña, Alberto, Javi Monedero y Luisja. Iniciando la carrera desde la zona media de esas diez mil almas que impacientes esperábamos el famoso chupinazo de salida, realizaron una verdadera competición ciclista, una verdadera etapa propia del Tour de Francia o de la Vuelta a España en sus visitas a estas montañas.

Alberto, que partía desde el cajón azul por invitación de BH Concept cedida por Luisja, realizó una fulgurante ascensión a Somport, saltando de grupo en grupo hasta llegar a uno de los grupos cabeceros. Todo iba bien, pero su eterna tortura le volvió a jugar una mala pasada; una tremenda subida de azúcar que le impidió llevar una alimentación adecuada, tan necesaria en esta prueba de tremendo esfuerzo. Con coraje y gran control de sí mismo consiguió mantenerse en la cabeza de la competición y llegar en la posición 198 de la general, con un extraordinario tiempo de 6 horas y 17 minutos.
Javi Monedero (que partía del cajón reservado a los mejores tiempos de años anteriores) y Luisja (infiltrándose hacia las primeras posiciones del cajón del gran pelotón) salieron también con ganas de hacer grandes tiempos y mejorar el conseguido el año anterior. Siguiendo lo acordado, Luisja poco a poco fue
progresando hasta alcanzar a Javi en las primeras rampas del Portalet. Hasta ese momento, por separado, subieron a gran ritmo Somport y sufrieron las últimas rampas de la Marie Blanque. Ya juntos, y con renovados ánimos, fueron relevándose y pasando grupos hasta avistar la cima del Portalet. El esfuerzo realizado hizo mella en Luisja, que tuvo que ser masajeado por Javi a pocos metros de la cima. Solventado el problema y lanzados en tromba, tras el último ascenso a la Hoz de Jaca, alcanzaron juntos la ansiada meta de Sabiñánigo. Gran competición de ambos y grandes tiempos logrados: Luisja con 6 horas 42 minutos y Javi con 6 horas 47 minutos.
Nos quitamos el sombrero ante los tres grandes competidores.

COMPADREO: Lo que vivimos los humanos, los que afrontamos esta aventura con objetivos más sencillos: mejorar el tiempo conseguido en ediciones anteriores, hacer un tiempo aceptable, pasar una jornada en bici en un marco incomparable o, simplemente, terminarla; de la mejor manera posible, pero terminarla.
La subida a Somport es un continuo compadreo; entre los ocho contravientos, que animadamente iniciamos esta larga y tendida subida de 28 kilómetros al 3%. “Tranquilos chicos, que esto es muy largo”, “Poco a poco, no hay que quemarse al principio”, “Esto es impresionante”, “¿Qué tal los de Salamanca?”, “No, algo más abajo, de La Alberca de Cuenca”, “¡Hombre, también están por aquí los de La Roda”. Estas y otras interminables frases se van cruzando entre los miles de ciclistas mientras recorremos estos primeros kilómetros.
Llegados a la estación de Canfranc, a falta de seis kilómetros para llegar a la frontera francesa, las gargantas van callando. Afrontando las rampas más duras de este puerto (entre el 6 y el 8%) volvemos a la realidad de donde nos encontramos y de lo que nos queda por delante.
Poco a poco llegamos al primer avituallamiento de la jornada, donde todos vamos buscando reponer líquidos y buscar alguna que otra fruta o barrita con que reponer energías.


PAVOR: Cruzamos la frontera y se inicia un interminable descenso por unas achichonadas carreteras (¡qué diferencia con las españolas!). A algunos nos va entrando auténtico pavor al ver como la bici coge una velocidad algo inusual, cogiendo algún que otro terreno irregular que hace saltar la bicicleta, viendo como verdaderas balas nos pasan rozando a los más tranquilos.
Pero sobre todo, más auténtico es el pavor reflejado en las caras de todos cuando afrontamos las largas y empinadas rectas que nos indican que iniciamos la subida a ese gigante del que tanto nos han hablado: LA MARIE BLANQUE. 10 kilómetros al 7,15%. Estos primeros seis kilómetros, aumentando progresivamente su dureza del dos al siete por ciento, nos van haciendo coger el ritmo necesario para afrontar la dureza del tramo final. Continuamente se van oyendo los “clic, clac”, todos vamos adecuando los desarrollos.
De pronto la carretera se levanta de forma salvaje, afrontamos los últimos cuatro kilómetros con desniveles medios por encima del 10%, con picos del 15 y del 16. Con pedaleo firme y tranquilo continuamos en este tramo final, continuamente sorteando a compañeros con caras totalmente desencajada, zigzagueando de un lado a otro de la estrecha carretera, detenidos en la cuneta buscando ese aire que falta o caminando en espera de finalizar estos interminables kilómetros finales.
La Marie Blanque (nombre que también reciben los blancos buitres que planean sobre su cima) es una auténtica devoradora de ciclistas. Aquí nos invaden dos sentimientos totalmente contradictorios. Uno te hace engrandecer, renovar fuerzas al ver como vas pasando y adelantando a tanta gente que piensas que son mejores. El otro te hace pensar si no terminarás igual, si no faltarán piñones y habrá que echar pie a tierra.
¡Pero no! ¡Hemos coronado! Hay que hacerse la foto que inmortalice este momento. Las sensaciones son inenarrables. Ahora hay que iniciar un corto descenso para llegar a la altiplanicie en la que está instalado el gran avituallamiento intermedio. Llevamos ya 104 kilómetros. Todavía quedan otros tantos. Paramos a tomar algo de alimento sólido, recuperar fuerzas y reagruparnos los ocho contravientos para seguir con la segunda parte de esta aventura.


SUFRIMIENTO: El que se aprecia a lo largo de las suaves, pero interminables, rampas de “El Portalet”, 29 km al 4,5% de media. Superada la “Marie Blanque” no está todo hecho. Los esfuerzos realizados en sus durísimas rampas pasan factura en esta subida de regreso a España. Las fuerzas empiezan a flaquear en algún que otro Contraviento, pero las “ongs” de Gitano y Javi Fuente entran en acción. Gran trabajo el realizado por estos dos Contravientos. Las cunetas se van poblando de ciclistas con la cabeza entre los
brazos apoyados en su manillar. Las famosas “viseras” del Portalet (situadas en un tramo de 4 km por encima del 6%) son un refugio maravilloso que ayuda a recuperar aliento sin el castigo añadido del sol en todo su apogeo. Pero hay que sufrir, seguir subiendo, quedan cuatro kilómetros y la frontera está próxima. ¡Por fin! ¡Qué alegría ver de nuevo a la Guardia Civil!. Nos vamos reagrupando, nos faltan Tito y el Gitano, pero hay que dejarlo plasmado. Foto en “Col du Portalet” y foto en “Puerto del Portalet”. Aquí tenemos noticias de que nuestros tres adelantados (Alberto, Luisja y Javi Monedero) ya han llegado, sin problemas y con unos tiempos extraordinarios. Es una inyección de moral ante lo que queda.

ANSIEDAD: La que empieza a invadirnos para iniciar otro largo descenso y encarar la última dificultad de nuestra aventura, la “Hoz de Jaca”. Una corta, pero durísima subida de 2,3 km con un desnivel medio del 8%. Las vistas que se aprecian sobre el embalse de Búbal son maravillosas. Las vimos el día anterior subiendo tranquilamente en coche, pues sobre la bici no vemos nada más que rampones y curvas en herradura por encima del 10%. ¡Pero esto se sube! ¡Aunque sea andando! No hizo falta echar pie a tierra. Todos los Contraviento, sobre sus monturas, alcanzamos el mirador sobre el vacío del embalse y seguidamente la cima en esta pequeña población del Pirineo aragonés. Nuevo reagrupamiento en el avituallamiento e iniciamos el peligroso descenso por la cara sur, poblada de colchonetas protectoras en todas y cada una de sus cerradas curvas.
Superado el descenso sin problemas (aunque he de reconocer que yo, como en todos los descensos, con muchísimo miedo, lo que me hizo perder contacto con el grupo), queda afrontar otro descenso más tendido hacia Biescas y los continuos toboganes hasta Sabiñánigo. Todavía quedan fuerzas y la ansiedad por llegar hace que vayamos alcanzando pequeños grupos, a los que vamos superando uno tras otro.

SATISFACCIÓN: La que se siente y te llena cuando cruzas la meta y, entre el clamor de todos los que allí se encuentran, ves a tus compañeros esperando ansiosos a que todos y cada uno de los Contraviento vayamos llegando.
De pronto todos arrancamos en aplausos y voces de ánimo y alegría. Tito y el Gitano han llegado. Abrazos, lágrimas, risas. Es un auténtico cuadro. Todos hemos llegado y cumplido un sueño, que para algunos (entre los que yo me cuento) lo veíamos lejano y difícil de cumplir.



AGRADECIMIENTO: Este término no figura en el encabezamiento de esta crónica. Pero no quiero dejar de agradecer a todos y cada uno de los Contraviento, y en especial a Paula (la nueva y simpática Contraviento), su compañía y sus continuos ánimos a lo largo de todo el recorrido. Creo que sin ello esta crónica se hubiese reducido a “soledad, sufrimiento y, posiblemente, abandono”.


¡Gracias Paula! y ¡Gracias a todos los demás Contraviento! Sin vosotros esto no hubiera sido lo que siempre será para mí: UN RECUERDO INOLVIDABLE.

Leopoldo